Reinas en angelados páramos y lagunas,
vigilas el sueño del volcán Chiles con tus legiones,
eres turgente paisaje de remota altitud.

En perenne talante de guerrero presto a cantar su fado,
resistes el embate de la tempestad y sus agoreros
meciéndote al son de furioso ventarrón gris,
amaneces enhiesto y cubierto de escarcha
que cede al fulgor de la luz ecuatorial.

Revestido de impavidez,
hermano Frailejón,
sufres la existencia sin amortiguadores,
cargas el genoma del gladiador salvaje
y el de amante generoso,
prevaleces ante gélido temporal,
te mimetizas con el rigor primigenio.

Radiante te entregas a veranillos intermitentes,
tu faz de seda despide perfumes almendrados,
donde van a refocilarse polinizadores
atraídos por las feromonas del estro.
Alados diminutos yacen en el tálamo afelpado del amor,
ellos portan la semilla de los guardianes de la serranía.

Desde la atalaya humeante del diezmado cóndor,
te nutres abismándote con el nacimiento andino.
Bajo azur mañana se yerguen los pilares del sur,
los volcanes desnudos y los nevados en desglaciación,
añudados por el entresijo que hace prieta a la Pachamama.

Testas de medusa envuelven un pozo sagrado,
al filo del barranco gozan con las cuerdas del universo,
música visual:
perfil dentado de la cordillera,
trampolín a pacífico océano de nubes.

Allá bulle la caldera repleta del maná de los trópicos,
por el cañón sube el piar de golondrinas de bosque nublado,
trepa el aroma de encendidas bromelias e invisibles orquídeas,
desparramándose en almohadones y esterillas de páramo.

Camufladas entre murmurantes colinas,
aguas de intenso celeste reflejan,
cual oasis de un desierto de pardos verdes,
flores que revientan amarillas de tu esbeltez.

Oler la pureza lobuna es caminar contigo,
hermano Frailejón;
respirar aquí arriba hecho fauno,
es beber de los humedales de Gea.

Oh, multitud de frutos dorados,
perdido en el rumbo fijo de los ojos que se duplican,
broto del cuerpo y el alma de un ser bifronte.
Somos el espectador que voltea a ver al otro andante,
el que sonríe tan cerca y tan lejos de humeante civilización,
confundido con ejército apolíneo proa al sol.
Voy arropándome con las múltiples orejas de conejo,
el otro va clavándose de cara en un remanso de suspiros,
ya está holgando con seductores efluvios de Gaia.