De repente, donde se hallaba apostado el pequeño local de la ansiosa editorial de la que era su dueño, representante y único escritor, en la feria Revienta Ecuador Lector, cayeron los políticos locales dando lustre tragicómico a la masiva inauguración bailable con el combo Abre Luna & Señor Presidente. Alcalde, siga nomás… ¿le gusta leer? ¡Cómo no, y mucho! Todos los títulos que están expuestos aquí son un trabajo integral de autor-editor; esta novela, “La soledad del murciélago”, cierra un ciclo novelístico complejo… ¿se atreve a leerla?… ¡Cómo no, y mucho!

El paseante adorador de la técnica de probabilidades matemáticas aplicadas a hacer dinerillo ganando contratos en las empresas estatales conocidas por el mote de “bodeguitas del medio”, no se anda por las ramas y advierte que no lee nada fuera de su profesión de recolector de dólares provenientes del erario público; no obstante, manifiesta que igual se une a la queja por la falta de afición, en nuestra patria multidiversa, a la lectura que suscita pensamientos venerables. ¿Qué técnica usa usted para atrapar a los asistentes de la feria? La de la araña saltarina, estos libros pican al curioso que se acerca a este rincón brujo, pero abrumadora mayoría es inmune a la sed de leerse a sí misma a través de ficciones que invitan a la vida activa, hablo de ingentes masas de no-lectores. Ya regreso para seguir conversando, en todo caso, le deseo que tenga éxito en su lucha contracorriente, seguro que de esto usted no ha de comer. Se fue murmurando el sujeto del rendimiento que desconoce el significado que los pensadores y filósofos de la Antigüedad socrática y presocrática le daban a la palabra “éxito”, convertida en palabra insulsa y corriente de la modernidad pujante. Éxito es tener consciencia de contemplar y cuando de la angustia (o de estar en la nada) se construye un mundo autosuficiente, es vivir. 

La joven ciudadana pregunta después de olfatear con fruición el libro abierto por la mitad que tiene entre manos, ¿de qué se trata su obra? En la tapa posterior tiene una reseña. Pero es que estando aquí el autor me gustaría que él mismo me cuente su novela. Este libro abarca diversas aristas y senderos mimetizados con la montaña, la selva, el bosque seco… los jardines de Gea. En un pico gélido de alta montaña, ejemplo el Sincholagua, la cima es una ilusión, una aguja de roca y hielo expuesta a los elementos, todo lo demás hace la cumbre: subir del llano y bajar al llano.  Decirle de qué trata una obra de arte en tres minutos es como si yo le pidiera que me cuente su existencia en tres minutos. ¡Oh, guau!  

El cineasta del último rincón del mundo leyendo la reseña del libro que le trajo involuntario recuerdo. Conque “el Saqueador Morris” encontró en solitario el tesoro de Quinara. Sí, y las partes que forman el todo son las ficciones del libro que ojea. Sabe que estuve a punto de levantar una película mitad ficción y mitad documental sobre el mentado bandolero Naún Briones, y el que iba a hacer de éste era Antonio Banderas, pero me fallaron, me fallaron los malditos gestores culturales. 

El comandante con un grupo de cadetes de la Academia Militar Equinoccio. Díganos, señor, qué significa, mejor dicho, a quienes se refiere, esto que veo aquí colgado por doquier con negrillas: Bípedos Depredadores. Me suena sospechoso, ¿a ustedes jóvenes también?… Somos nosotros, la especie humana es el bípedo depredador por antonomasia. Eso mismo, acerté. Ya escucharon, soldados, nos matamos entre nosotros y acabamos con las demás especies

Un señor mostrando prisa, de la mano del niño que observa ensimismado la cabeza cornuda de la iguana marina galapagueña, Amblyrhynchus cristatus venustissimus, que posa en la portada de Ser mudable, novela de ciencia ficción filosófica publicada bajo el sello editorial que me cobija, interroga: ¿Venden aquí historias de dinosaurios para niños?

La tía cazando un libro bélico de fuste. Por favor, me podría facilitar una novela de “Helena de Troya”. No, soy el autor de estos libros que tiene usted a la vista, pruebe a ver si le gusta alguno, son para reinventar e imaginar. Me encantaría, pero busco uno de guerras porque es para mi sobrino que se incorpora de oficial de policía.  

El genealogista alucinado. Por los clavos de Cristo, créame… me he quedado pasmado con el señor que tiene en la portada de su libro, es como verlo a mi tío que falleció años ha.  Le aseguro que es el tío de mi abuelo materno, es la única foto de él que encontré en el álbum familiar de principios del siglo pasado, nadie cercano supo dar razones de su vida-muerte en este retazo de planeta, y como quería la imagen de una persona de talante aristocrático para el personaje de Salvador Pineda Pinzano (marqués de Olivares y Yaguarzongo), que mejor que un antepasado. Ahora entiendo amigo mío, ¡somos parientes por la rama Olivares! 

La sufrida joven que no se engancha con lo que lee a ritmo de feria de libros, Revienta Ecuador Lector. No me engancho, no me engancho… lo siento, pero no me engancho. No tiene porqué engancharse de una con este tipo de novela versátil que encierra narrativa, ensayo filosófico, prosa poética, ciencia ficción, suspenso, terror cósmico… Apenas la apuró cinco minutos, a lo mejor necesita años, o décadas de ejercicio lector, para entrar en ella espontáneamente. Ser un lector exigente toma la vida entera, y no es cuestión de engullir libros para desecharlos, sino de practicar el arte de rumiar contenido añejado en el paladar cósmico que es la antítesis de la lectura dinámica. André Gide, leyó algo que no le agradó de las primeras páginas de “Por el camino de Swann” (tomo primero de los siete que componen “En  busca del tiempo perdido”, novela monumental -de aproximadamente 3.500 páginas- que Proust concluyó poco antes de fenecer), supongo que concluyó que él no iba seguir pasando tiempo en una obra snob-diletante-burguesa que gasta mucho papel para describir las vueltas que da un niño en la cama sin poder conciliar el sueño porque su madre no acude a darle el beso de las buenas noches. Gide rechazó empezar a publicar, en la revista NFR, la obra señera de Proust. Sin embargo, el Premio Nobel de Literatura 1947, en carta a Proust de enero 1914, tuvo el detalle de aclarar que se había equivocado de cabo a rabo con su precipitada decisión editorial.

El jovial guardián de la exposición. Por fin regresó, hace más de una hora que lo andan buscando para entregarle no sé qué cosa. Sucede que recién llego con retraso a abrir y mover la tienda librera. ¡En serio!… ¿En serio?, pero si yo saludé con usted temprano, mano y palabra, apenas la feria empezó a funcionar. Habrá sido un encuentro con el colega que me sustituyó, una suerte de bípedo implume de piel pegada a los huesos, y que por defecto es seguidor de Houdini en lo de esfumarse. Insisto que lo vi a usted, por eso le dije a la persona que lo ha venido a buscar dos veces que se debió haber ido a tomar un refrigerio… Aquí pasan cosas raras, de noche hay entes que corren y tumban libros, a ningún compañero le agrada la guardia nocturna. Debe de ser que la energía de tanta gente que transitó nerviosa por aquí, cuando era aeropuerto, todavía subsiste. De acuerdo, jefecito, parecido a lo que decía Einstein: la energía se convierte en masa y la masa en energía.    

“Revienta Ecuador Lector”, fue la frase más repetida en el perifoneo de la feria. La sufrí sin amortiguadores, como una escalada libre de ferretería y en solitario al cerro Chiriculapo. Decenas de transeúntes se hicieron presentes en el rincón brujo de la editorial ansiosa, los que hubiesen hecho las delicias del mismísimo Carl Jung, si hubiese observado invisible en los tipos psicológicos que se destaparon al momento de inferirles ficciones en calidad de posibles lectores. Al final se vació la tienda. No faltaron las personas que adquirieron más de una obra, como la pareja que se paró a hojear detenidamente, con asombro.  Estos preciosos libros de colección no se encuentran en librerías… ¡nos llevamos los ocho títulos!