Agosto en Rumi Wilco

Vienen festivos a la vista cuadros panorámicos de la arrugada geografía sureña, es la serranía caliente de la Provincia de Loja, es el literario sur-sur portando música de violines de La Gran Nación Pequeña. La nitidez ambiental de la Hoya del Catamayo ha dejado atrás el paisaje adusto de los gigantes andinos amigos volcánicos de Los Pichinchas, se esfumaron los picos gélidos  sobresaliendo impasibles del mar de nubes. La serranía de los solitarios y distantes filósofos de la altitud norteña ha cedido a la búsqueda del tiempo perdido proustiano que en sí, para la ocasión, viene a ser el tiempo recobrado de la niñez de menudos valles subtropicales festonados por intricados oleos montañosos de tonalidades desérticas con matices color mostaza. La aeronave desciende dando la vuelta al verdor del mono cultivo de caña de azúcar de la Hoya del Catamayo, su sombra se proyecta en escarpadas lomas esculpidas por el faique, el observador de afuera divisa una ave de rapiña fenomenal cayendo en círculos sobre su presa.

Apenas aterrizando, las puertas del aeropuerto se abren al viaje entre escondidos valles y vegas que susurran nombres comunes, como a propósito reconocidos para imaginar una niñez semisalvaje en Naranjo Dulce, El Tambo, La Era, San Agustín… Figuro una constelación de corredores verdes arrullados por arroyos de piedras cantarinas rompiendo la implacable aridez montañosa rumbo al bosque seco de Cazaderos, allá donde en el primer trimestre del año florecen los arrayanes pintando de amarillo la frontera con el Perú.

Se suceden urbes que han extraviado la inocencia bucólica de antaño, solo queda el recuerdo  pintoresco del que fuera el pueblito subtropical mágico de Malacatos, de San Pedro de Vilcabamba y en calidad de destino final, la aldea de Vilcabamba. Al cabo, contra pronóstico, la suerte fue propicia para hacer moderado senderismo cotidiano de ida y vuelta, gracias a la estadía de encanto en zona arbolada y fresca, a orillas del Río Chamba, teniendo a la mano el corredor verde que cubre Yamburara Bajo y la Reserva Ecológica Rumi Wilco.

Cuando creí que la única manera de hacer caminatas regenerativas que se precien de ser ventanas a la salud psicofisiológica, era saliendo en carro del centro de Vilcabamba, descubrí los senderos planos y sombreados a orillas del Chamba y los senderos escarpados y caniculares de Loma Rumi Wilco, trayendo consigo portales al condumio del tiempo de la niñez. Acá me aproximé a la armonía sinfónica de vertiente de agua dulce, en lo posible libre de la contaminación inherente a la entropía planetaria Homo sapiens.

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Eco de una feria inolvidable

De repente, donde se hallaba apostado el pequeño local de la ansiosa editorial de la que era su dueño, representante y único escritor, en la feria Revienta Ecuador Lector, cayeron los políticos locales dando lustre tragicómico a la masiva inauguración bailable con el combo Abre Luna & Señor Presidente. Alcalde, siga nomás… ¿le gusta leer? ¡Cómo no, y mucho! Todos los títulos que están expuestos aquí son un trabajo integral de autor-editor; esta novela, “La soledad del murciélago”, cierra un ciclo novelístico complejo… ¿se atreve a leerla?… ¡Cómo no, y mucho!

El paseante adorador de la técnica de probabilidades matemáticas aplicadas a hacer dinerillo ganando contratos en las empresas estatales conocidas por el mote de “bodeguitas del medio”, no se anda por las ramas y advierte que no lee nada fuera de su profesión de recolector de dólares provenientes del erario público; no obstante, manifiesta que igual se une a la queja por la falta de afición, en nuestra patria multidiversa, a la lectura que suscita pensamientos venerables. ¿Qué técnica usa usted para atrapar a los asistentes de la feria? La de la araña saltarina, estos libros pican al curioso que se acerca a este rincón brujo, pero abrumadora mayoría es inmune a la sed de leerse a sí misma a través de ficciones que invitan a la vida activa, hablo de ingentes masas de no-lectores. Ya regreso para seguir conversando, en todo caso, le deseo que tenga éxito en su lucha contracorriente, seguro que de esto usted no ha de comer. Se fue murmurando el sujeto del rendimiento que desconoce el significado que los pensadores y filósofos de la Antigüedad socrática y presocrática le daban a la palabra “éxito”, convertida en palabra insulsa y corriente de la modernidad pujante. Éxito es tener consciencia de contemplar y cuando de la angustia (o de estar en la nada) se construye un mundo autosuficiente, es vivir.  (more…)

Planeta de los humanos

Por fuera de la fauna y flora del solar como la mariposa andina primaveral que posa en la flor amarilla de diente de león, las ilusiones de tener un mundo verde son eso, espejismos. A propósito de fantasías verdes recomiendo a tope visionar el documental que nos coloca a los humanos frente a ineludible e impostergable cuestión, “¿qué diablos estamos haciendo con nuestra madre nutricia Gaia y por inercia con el futuro de la especie Homo sapiens? La película está escrita, dirigida y editada por Jeff Gibbs, siendo Hozzie Zehner el productor, y Michael Moore el productor ejecutivo. Michael Moore dice de este largometraje que es el más relevante de sus producciones por contenido esencial y la denuncia que involucra a la humanidad entera. (more…)

Fauna del solar

 

Árboles de sombra suficiente y mínimos espacios verdes guardan a la fauna menuda del solar: mariposas, jilgueros, insectos, arácnidos… y, por excepción al etcétera de pequeñas y diminutas especies factibles de contemplar de un golpe de vista, asoma muy de repente el batracio perdido. Quiero creer que la frágil criatura de la foto  –hallazgo imprevisto y capturado por el lente en tronco festonado de hongos y líquenes que hacen parte del cuadro claroscuro impresionista– pertenece a la especie de aquellos que encantaron la noche oscura del incipiente poeta que se aloja en un adolescente atento a la vida en crudo, sin amortiguadores, que lo circunda. Me refiero al sapo cancionero que se esfumó del valle interandino que me concierne porque habito en él con la ropa del diario, me refiero al sapo de la noche que se extinguió décadas ha, de él leí o escuché que le había pegado un hongo maligno y se extinguió para a fuerza de añorar su nota existencial sospechar que hay individuos evolucionados que están de regreso en la cuadra. El clima de valle interandino ecuatorial que habito, desde que recuerdo no tiene cuatro estaciones marcadas sino que es una suerte de primavera y otoño intercalándose o expulsándose entre sí a capricho, en todo caso conviven para asombro del existente vividor. (more…)

Iguazú

Puerto Iguazú


Aterricé con la tarde de domingo, cursando el tercio final de octubre, en el aeropuerto Cataratas de Iguazú; una combi me dejó a puertas del pequeño y acogedor hostal muy bien ubicado en un barrio tranquilo y arbolado, teniendo el centro de la ciudad a mano, caminando diez minutos. Puerto Iguazú, de 40.000 habitantes residentes permanentes (no sé cual es la población flotante que llega acá de aproximadamente un millón y medio de visitas al Parque Nacional Iguazú, que se reparten entre los meses y estaciones del año austral), es la puerta principal para acceder a la mayoría de saltos acuáticos del río Iguazú. Vine en provecho de la temporada baja, a mediados de la primavera austral, evitando así los picos de visitantes de temporada alta, sabiendo que por acá no para el flujo de turistas pero al menos merma lo suficiente para no agobiarse y hacer que cunda el ansiado encuentro con las cascadas de Iguazú, portento de Gaia.  Al caer la noche se desencadenó diluvio tropical acompañado de relámpagos y del alarido metálico de las chicharras que me hicieron  pensar que  tendría jornadas mojadas por delante pero no fue así. El día lunes se presentó amable con el viajero, nublado pero sin precipitaciones de rigor y de aquí fue a mejor el factor meteorológico tuve días secos, cálidos y parcialmente despejados.  

La lección de no traer a Puerto Iguazú dólares manchados la aprendí apenas quise pagar el alojamiento. La costumbre de andar con billetes de dólares trajinados en Ecuador, se topó con la sorpresa de que acá no los reciben si están marcados con sellos, firmas, etcétera. De esto no tuve noticia en la parada de rigor que hice en Buenos Aires para hacer el peregrinaje a lo de Sabato. Los billetes que pasaron el riguroso control de la recepción del hostal, alcanzaron para cubrir las seis noches de estadía y el copioso desayuno de la mañana siguiente. Alguien se apiadó del viajero con dólares manchados y obtuve los pesos suficientes para fundirme con la melodía y poesía acuática de ríos y cascadas. (more…)

Casa Museo Ernesto Sabato

Estoy parado en el portal de Casa-museo Ernesto Sabato, aguardando el ingreso a sus misterios. Tarde temprana de un día radiante, primaveral, de octubre. Jornada que rompe el ciclo de tempestuosa meteorología e inundaciones del gran Buenos Aires. Tomar la ruta de autobús público 105, vino a ser el toque previo de aventura citadina, fue un viaje de 23 kilómetros y una hora y pico desde el punto de partida del trayecto en el micro-centro bonaerense alrededor de Puerto Madero, teniendo de por medio docenas de paradas antes de descender en Santos Lugares, a escasas tres cuadras de la morada solariega que durante 65 años la habitó el escritor de la más potente trilogía literaria en lengua española que a la fecha he vivido (leído). Apenas subido al autobús, como si lo corriente fuese preguntar a voz en cuello al conductor y por añadidura al inspector de línea ahí presente, digo: “¿disculpe, cuál parada me deja cerca de lo de Sabato… es la última, la de Caseros?”. La cuestión no cayó al vacío, no se hizo esperar la respuesta, “no, jefe, tiene que bajarse en la antepenúltima parada, la de…”. Hasta ahí cuadraba bien la cosa, después faltó poco para que se caiga el viaje en autobús, el conductor y el inspector de línea me advirtieron que no era posible cancelar el pasaje en efectivo, que únicamente podía hacerlo a través de una tarjeta electrónica adquirida con antelación y que sirve para circular en cualquiera de las distintas líneas urbanas. En esto, disponiéndome a despedirme de la ruta 105, surgió una guapa ciudadana que al percatarse de la engorrosa situación usó su pase múltiple y para adentro señor, con pudor le extendí un billete de 50 pesos y ella más pudorosa aún lo rechazó de plano. Lo demás podría ser la crónica citadina del trayecto de la línea 105, abriéndose paso entre los mundos y submundos de un gigante urbano, empezando con asientos de sobra en la opulenta costanera y cruzando atestado de usuarios el parque Retiro y conforme entraba al conurbano de la provincia de Buenos Aires irse relajando hasta que el conductor me sacudió con el aviso puntual que pareció despertar también a los demás pasajeros: “¡jefe, jefe… aquí tiene que bajarse para ir a lo de Sabato!”. (more…)

El Caballero de Santos Lugares

Sabato, anarquista existencialista, anarquista cristiano (otra variante de la versátil modalidad del anarquismo), resistió a la aplanadora del nihilismo consumista, no fue buzo del  desperdicio a granel que en vez de ser sucedáneo del paraíso es la paila donde la acumulación genera mendicidad. Ha manifestado que lo razonable sería existir dos mil años para saciarse de salud y cantarle a la Parca más alto que en Utopía. Tenemos a lo mucho cien años para acogernos al fin voluntariamente, o sea sin resquemor a eso que denominamos “muerte” y que en realidad viene a ser la comprobación, el sello irrefutable, de haber sido humanos. Don Ernesto fue un vividor reivindicando el término como lo que es en su primera acepción y no en el  sentido prosaico que se le da a tan encomiable palabra. En Utopía, el ciudadano que había malvivido y fallecía entre alaridos de angustia por dejar este mundo más miserable que nunca, era objeto de compasión y sollozos por parte de sus familiares y conocidos, pero a los vividores se los despedía con suma alegría, entre cantos y loas.

Soy sabatiano desde que despegué con la potente trilogía novelística de don Ernesto, el caballero de Santos Lugares quien, habiendo sido eminente físico, doctor en matemáticas puras, temprano renunció a los laureles del desastre racionalista tecnolátrico que en sí constituye el positivismo irracional, no se resignó a ser engranaje de la maquinaria destructora del Antropoceno. (more…)