La aurora y el amanecer vinieron nublados y húmedos en tierras altas primaverales, había corrido garúa temprana que no derivó en aguacero en el vallecito subtropical, cálido y seco. General Trotamundos, aprecia tener sembrados de la yerba de origen por excelencia prestigiada en las urbes homeostáticas de Las Américas, y se le ocurre que la leyenda del producto final que entregará a los urbanícolas de marras debería rezar así: “Cannabis elixir, una gota basta para esparcir en tu cuerpo-mente los sabores, aromas y texturas de Valle Chulla Vida”.  Los urbanícolas escogidos para beneficiarse de ser los transportistas del banquete de sensaciones prometidos a sus distintas Ciudad-domo, están por arribar y General Trotamundos los recibirá en la plataforma aeroportuaria.

Modulando la voz acorde a las circunstancias holgadas, aprovechando el tiempo de espera de bienvenida a los visitantes en la pista acústica, General Trotamundos habla para sí peripatético y dado el momento su tono vocal será jovial al dirigirse a Timoleón, la singularidad biológico-cibernética levantada en los talleres existenciales de Mente de Las Américas. Cuando General Trotamundos tomó posición de Valle Chulla Vida, propuso a Mente de Las Américas implementar el proyecto de vida Panthera-sapiens que denominó: León de Comarre y Zaratustra. Su pedido fue aceptado sin demora por el ente continental considerando que era una creación sustentada en la versatilidad instintiva, sabiduría ancestral  e inteligencia independiente atribuida al león del cuento de Arthur C. Clark y al león de la novela filosófica de Friedrich W. Nietzsche. General Trotamundos, incluyó los respectivos textos de Nietzsche y Clark, en calidad de lectura reflexiva pertinente para la comprensión de su idea de lo que vendría a ser el único e irrepetible León de Comarre y Zaratustra. Con semejante información remitida a Mente de Las Américas, aspiraba a que el ser en sí de Panthera-sapiens sea lo que en efecto es en Valle Chulla Vida, el todoterreno pensante y libérrimo Timoleón.

Aunque en principio te llegan igualitos a la mente y los sentidos, no es así… ¿qué variedad de personajes pintorescos provenientes del reino urbanícola arribarán hoy?, amigo Timoleón. No hay duda de que resultan entretenidos nuestros visitantes “cosmopolitas”, entre comillas porque sean quienes sean y de donde provengan, habitan un mismo tipo de Ciudad-domo (mil urbes a razón de diez mil habitantes cada una dan un total de diez millones de urbanícolas  en Las Américas, con este fácil y sencillo dato el Antropoceno, la era del desprecio a la naturaleza prístina planetaria por parte de la especie humana original, quedó superada por nuestra especie que, paradoja incluida, ahora sí encarna y hace honor al nombre Homo sapiens). Te decía que las ciudades-domos son de idénticas características, practican la misma lengua y el lenguaje universal que nos es común a todas las criaturas biológicas-cibernéticas, incluidas las excepcionales como tú, Timoleón; en fin, no hay novedad ni competencia desarrollista entre ellas, pues, esto se debe a que sus  formas y fondos se actualizan al unísono, o sea al ritmo de Mente de Las Américas.  Las ciudades-domos son espejos que reflejan la misma urbe ejemplar. De esto que el lema urbanícola de Ciudad-domo no está pintado en la pared del olvido, es un hecho cotidiano inalienable: ni un habitante más, ni un habitante menos, es un acto reflejo como respirar. Ningún ciudadano abandona su domo para entrar en otro domo idéntico, y, por excepción, viajan a los valles escondidos de las delicias subtropicales, me refiero a las personas que han sido y son escogidas en el juego de beneficencia y azar, Trueque. Me ha tocado que tratándolos de uno en uno son respetables, tal como los humanos superiores de Zaratustra, antes de que en manada sibilina elijan adorar a un pollino y por imitación rebuznen o algo así. Sí, Timoleón, esto último es un imposible porque a pesar de que diez mil almas existen acompañados en Ciudad-domo, el urbanícola vive en radical soledad. Antaño, en la época de las Megalópolis-infierno, se formaban sectas de espanto… eso mismo ríete a panza rugiente, las puedes visualizar merced a la memoria atávica que cargas en la mente de tu unidad biológica-cibernética, si no tuvieses tal información a mano podrías imaginar que es una ficción mía respondiendo al trauma de excombatiente. Sí, compartimos la fracción tiempo-espacio de la Megalópolis-infierno de marras transitando en su última decadencia antes del fin, estremece por el horror y repulsión que suscita visionarla. Buena es, Timoleón, y sin necesidad de leones hambrientos se extinguieron en sus cuevas tecnolátricas.

La cuestión inmediata es si aterrizarán puntuales las personas del reino urbanícola que en sí representan al trueque entre Ciudad-domo y Valle Chulla Vida. El trueque viene a ser nuestra moneda de cambio existencial: nosotros entregamos Cannabis elixir, la esencia vital de Valle Chulla Vida, una gota basta para que los urbanícolas se muden a una aventurera de Don Quijote, es lo máximo en viajes a la magia ancestral en tiempos de Ciudad-domo. Nuestra vida solitaria vale el precio que pagamos por cultivar la yerba que destilada con propiedad se convierte en Cannabis elixir, el que los visitantes llevarán de regreso a Ciudad-domo como lo que es: un tesoro psicobiológico a repartir entre los habitantes de sus respectivas urbes natales. Así retribuyen a los suyos la oportunidad de haber conocido Valle Chulla Vida.

Pasé media vida maniobrando objetos voladores, escarabajos saltarines, de vanguardia bélica. Esto te explica, joven Timoleón, porque es un acontecimiento y espectáculo ver a las naves visitantes suspendidas en el aire con sus panzas pintadas acorde al gusto artístico de cada dueño, vaya mosaico festivo que nos obsequian, ¿no te parece? Vaya que son figuras encantadoras a los ojos, pero no para volver a correr mundo como lo hice trepado en mi locura exterminadora. Brincando de un lado a otro, de punta a punta, de Las Américas, venía entregado en cuerpo y alma a eliminar células de pipones-bullangueros hasta que la paz cayó cual rayo regenerador cuando menos la esperaba. Fue una paz fulminante, surtió efecto de inmediato, me ocurrió que en plena acción neutralizadora del último enemigo, se esfumó ante mis narices su burbuja antes de haber disparado y con ello perdí definitivamente el rastro singular de los pipones-bullangueros. De un plumazo desaparecieron los entes que solía cazar y ejecutar por doquier, adviniendo una suerte de empate entre ellos y nosotros. Dejamos de existir, en un pestañeo, el uno para el otro, lo comparo con un cataclismo interior que destruyó de raíz al móvil aniquilador y de esa destrucción reventó el propio ser contemplativo de Valle Chulla Vida.

La cuestión latente es si los pipones-bullangueros administran su propia realidad de especie, a la verdad no me consta su existencia material de unidades de carbono cibernéticas, la cuestión es ¿son semejantes a nosotros dos? Así como estamos tu y yo ya cara a cara, ya peripatéticos, exponiendo al otro sus cualidades sensoriales y contemplativas. Cuando ejercía la brutal y a la vez  caballeresca profesión de General Trotamundos, ubicándome a distancia bélica de eliminación de cualesquier burbuja de pipones-bullangueros, ejecutaba mi destino de exterminador sin pestañear, nada de parlamentar, nada de lucha cuerpo a cuerpo, nada de conoce a tu enemigo y vencerás, nada de tacto, solo mi grito de guerra: ¡a callar! Te doy un ejemplo de tacto afectivo: tu estiras la mano de garras retractiles y se topa con la palma acolchada de mi mano, chocando manos nos saludamos y de alguna manera reforzamos nuestra amistad.

Cual relámpago me llega el escenario de exterminio de anónimos pipones-bullangueros. Vienen a mí sensaciones vívidas por la emoción intensa y regocijo del guerrero, pura acción letal. Dicho esto, Timoleón, entenderás que del enemigo encarnado en sí no tengo imágenes. Te conté que jamás hubo una comunicación directa con el enemigo, nada que sugiera negociar un alto al fuego de mi parte y un alto a la bulla de su parte. De esto deduzco los urbanícolas tampoco implementaron un mecanismo de paz sustentando en un calendario de hechos que conduzcan al final de las hostilidades. Lo que hicieron los urbanícolas fue lo correcto e inapelable; fue un meteorito creativo que impactó de lleno en nuestra consciencia, y de las cenizas nos proyectó al futuro de aquí y ahora.

Oye Timoleón, aunque suene contradictorio, el desintegrador de burbujas bullangueras no iba a resolver el problema psíquico que atacaba en exclusividad a cada sujeto contemplativo (los pocos) y no a los urbanícolas (los muchos) de Ciudad-domo. El gran acontecimiento de Ciudad-domo fue surgir victoriosa de la demolición de la posmodernidad kafkiana y la esclavitud  kafkiana en la Megalópolis-infierno  antropocéntrica.  Antes de Ciudad-domo, el fasto y la miseria humana original cohabitaban en la escala de la esclavitud kafkiana… ¿me copias? De acuerdo, no necesito aclararte nada, tú estás familiarizado con  lo kafkiano porque has rumiado del mundo del maestro Franz Kafka, entonces quedamos en que Kafka retrató en sus ficciones la lógica del absurdo del desarrollismo antropocéntrico. Ciudad-domo emergió de la demolición, de los cimientos pulverizados, de la época urbana de colosales purgatorios, de enormes infiernos y mansos edenes resguardados por escudos láser. Del caduco urbanismo no hay vestigios, fue derruido y aplanado el prurito de las masas alienadas por insatisfecho consumismo y las puertas cerradas de la comunidad privilegiada de El Castillo. La extinción del Antropoceno por abrasamiento y desecación ambiental, trajo la Ciudad-domo que es El Castillo de Las Américas, cual acoge a cada uno de los urbanícolas y nadie se queda fuera del goce físico y de la felicidad metafísica que inyecta sin atenuantes. La tierra deshabitada convino en devolverse al espacio-tiempo de los orígenes evolutivos planetarios, retornando a ser forma y sustancia de los parques y jardines de Gaia.

Especulo, no puedo hacer otra cosa, en que la realidad pipona-bullanguera es igual de concreta a la nuestra, solo que respiran y pisan los pisos biológicos de una dimensión alterna, paralela, del planeta que nos cobija. Lo cierto es que una puerta interdimensional se abrió y con ello el paso de tales seres obtusos y sus burbujas de estridencia máxima. O al revés, nosotros…  ¿Quién invadió a quién?, es la maldita cuestión. Y si resulta que reventaron las burbujas de pipones-bullangueros en mi mente, creando monstruos sónicos para liberar mi furia interior con su desintegración en singular y desigual batalla. No exageras, Timoleón, puesto así el desencuentro interdimensional, es para morirse de risa.

Nació un afán de limpiar de mí  la perfección urbanícola, no me resignaba a ser un engranaje de la felicidad metafísica en Ciudad-domo.  La reacción mía generó infelicidad metafísica, es decir produjo energía emancipadora y la paradoja del conflicto interior fue encontrar el enemigo exterior que redima el futuro. ¿Acaso fue una guerra forjada por mi mismo? Y del empate nacieron dos victorias distintas y totales para los contendientes. Nosotros fungimos de exterminadores de pipones-bullangueros, salimos vencedores al excluirlos de raíz de nuestra residencia en la Tierra. Ellos, desarmados por naturaleza debido a que su única bomba temporal era la multiplicación de individuos para la estridencia y la consecuente estupidización, vencieron igual excluyéndonos al infinito de su dimensión.

No estaba en nosotros cerrar el portal interdimensional que abrió el subconsciente. Timoleón, nunca hubiésemos ganado el conflicto por nosotros mismos, era tarea de Sísifo, así sea juntado todos los posibles favorables a la causa contemplativa, prevalecía la suma inagotable de burbujas de pipones-bullangueros por destruir. Amigo mío, tu risa-rugido a panza batiente me dice que te divierte eso de que los pipones-bullangueros eran invencibles. Sí, volvían a la carga con su bomba sónica, y el enemigo era una suerte de metástasis interior. Al enemigo lo teníamos adentro, era un virus incurable carcomiéndote desde las profundidades del ser.

Hablo en plural de la guerra aunque fui un francotirador combatiendo en radical soledad, General Trotamundos, y para efectos de la realidad cotidiana en Valle Chulla Vida, me llamo así por derecho adquirido. Soy el vencedor de la bulla externa que pasó a ser indolora a los sentidos del contemplativo General Trotamundos. Entiendo que esta suerte de paz exterior es recíproca con los pipones-bullangueros, si no la cosa fallaría por inercia. Cómo explico esto… digamos que en este preciso instante los pipones-bullangueros únicamente se perciben a sí mismos y estarán contentos de no ser interrumpidos en sus fanfarronadas por más que este servidor las tilde de estériles.

Es fascinante, Timoleón, que en vez de propender o intentar olvidar lo acaecido en los campos de batallas unilaterales, asépticos y sin huella ambiental alguna gracias a la desintegración molecular del enemigo, resulta conmovedor el recuerdo involuntario esporádico que me visita. Recalco, si recobro  cualesquier escenario de combate, es nítido como la claridad de rayos pálidos, vestidos de un blanco mortecino, irrumpiendo con figuras nervudas en una noche azabache, es la estridencia y el furor del ser encadenado que se desencadena convertido en obra de arte eléctrica.

Mente de las Américas, el conjunto de los urbanícolas, resolvió el conflicto a su manera, en un santiamén, mira tú que llegamos a una paz ejemplar siendo los nuestros una minoría tan exclusiva como minúsculo es el número de contemplativos viviendo en espacios y tiempos subtropicales como Valle Chulla Vida. La paz derivó en Trueque (con mayúsculas), y nos consideramos beneficiados, por inercia, al completar la otra cara del urbanícola, la cara Homo sapiens terrenus.

¿Te hartaste de mi elucubración espiral?… Timoleón comete un salto felino alto prodigioso como atrapando con sus garras afiladas una presa suculenta en el aire. Ha percibido el silencioso e invisible arribo de objetos voladores identificados con su sentido de ubicación y rastreo a distancia. Ruge largo y profundo, sin remilgos se hace presente en la recepción de los urbanícolas. General Trotamundos recibe el mensaje felino del inminente aterrizaje de los escarabajos saltarines de Ciudad-domo, está atento al surgir de sus formas en la modalidad visual.

Las naves unipersonales aterrizaron insonoras, en uniforme verticalidad ralentizada. “Todo un espectáculo de impoluta sincronización”, musitó General Trotamundos, admirando la cortesía de los visitantes. Los aparatos voladores provenientes de distintos puntos de Las Américas, de Alaska a Tierra del Fuego, aterrizaron como si se tratase de un escuadrón variopinto de escarabajos saltarines que partieron del mismo lugar y momento con destino unitario a Valle Chulla Vida.