Ser mudable

Para el Señor A, el viaje a las Islas Encantadas, vino a ser un acontecimiento pendiente que reventó tras el último encuentro con Clara en los cuartos de Café Vía Tarot, cuando se realizó la segunda develación de la pintura La Noche del Búho Argento. El Señor A, más de una ocasión se negó a atender la invitación de Clara a que visite la mansión futurista sin parangón que ella levantó en Isla Santa María. Interpuso excusas que rayaban en lo pueril; sin embargo, engañaba con su aparente negación, no era que a él le era indiferente el fascinante  laboratorio biológico que muestra el fogoso génesis de la vida terrenal y su consiguiente evolución, que en sí constituye el archipiélago (Galápagos guarda la fragilidad de un mundo endémicos en peligro de extinción por distintas causas: cambio climático, introducción de especies depredadoras e invasivas, microorganismos parásitos portados por los turistas… etcétera), por el contrario, acumulaba ganas de mandarse a mudar desde que leyó Crónicas de Islas Encantadas, lo cierto es que aguardaba el disparador interno que le diga es ahora o nunca.

De repente, es decir partiendo de la primera página, estamos inmersos en el acontecer del Señor A, ya instalado como único ocupante y capitán de Fortaleza Negra –su hogar, su nave astral – y residiendo en la isla que nos la presenta con el nombre de Floreana Salvaje, diferenciando así la dimensión en la que vive en radical soledad humana con respecto a la dimensión de Isla Santa María –parroquia con una población aproximada de 150 habitantes, bajo la jurisdicción del Gobierno de Isla de San Cristóbal– , a la que debió arribar en lancha común y corriente desde Puerto Ayora (Isla Santa  Cruz), y no lo hizo extraviando involuntariamente el itinerario normal a Puerto Velasco Ibarra (Isla Santa María), desde que aterrizó en el aeropuerto Seymour, Isla Baltra, el portal principal de ingreso al Archipiélago de Galápagos.  Tenemos a mano una suerte de bitácora del Señor A, numerada del 1 al 28 cual entradas aleatorias, sin fechas cronológicas, que relatan algo o mucho de las jornadas del sujeto del descubrimiento. Nos zambullimos en el ir y venir del “intrépido expedicionario” de la isla prístina que abre trochas irrepetibles –de ida y de vuelta–, y es cuando me siento en constante trascender por el espacio-tiempo del multiverso.

El senderista no se acostumbra a caminitos hechos, permanentes, porque cada vez está estrenando uno en medio de pisos biológicos exentos de huella alguna del Antropoceno. Es el ser mudable que acude a sus sentidos para reconocerse en un medio ambiente que cumple con surtir lo mínimo para la vida de las especies endémicas, el es un extraño moderadamente feliz porque no se ve impelido a subsistir en la intemperie, pasa de ser émulo del náufrago tipo Robinson Crusoe soñando con heroico regreso a las civilizaciones Antropoceno; él no es un náufrago Homo sapiens, él no añora a la era suya que podría ser una ficción de la matrix. Entiende que puede perderse a discreción en la contemplación de sí mismo embebido por el entorno vegetal y zoológico de sus travesías en Floreana Salvaje, no se agobia y fluye sin oponer resistencia a su senderismo en la naturaleza virgen porque el retorno a las delicias de Fortaleza Negra es lo que sustenta la aventura de la mañana a la noche. La nave homeostática es la que provee al “capitán” del estímulo y la piel para desvelar los misterios del exterior, donde reina sin amortiguadores la cruda realidad.

[Olegario Castro]
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Fragmentos de un Anarquista

 

Asimilo que los nueve Fragmentos de un Anarquista son ficciones que parten de la realidad a del señor A, o mejor aún, de su capacidad para elevarse a dimensiones que están vedadas al común mortal. Solo sé que residía en el ambiente futurista de Villa Juárez que, por lo demás, es una de las obras arquitectónicas ambientalistas de mayor prestigio nacional e internacional diseñadas por el mismísimo señor A.

Empecemos con el jocoso fragmento que revienta en diálogo existencial, entre la tortuga amazónica de patas amarillas y la rata parda. La tortuga encarna a una joven filósofa que tiene, taxativamente hablando, una vida por delante para depurar su innata vocación desde que tomó conciencia de que podía hacer de su cautiverio en Villa Juárez un espacio-tiempo fascinante, una vez que a tierna edad fue arrancada del hábitat primigenio al que no volverá salvo en sueños de paraíso perdido. De vez en cuando sufre visiones infernales con los ojos abiertos, se mira como una cosa de comer en lista de espera a ser sacrificada por el Homo sapiens, y asume que en sí este hecho no es la mayor crueldad, lo teratológico es verse anegada en la fetidez de una pocilga inmunda antes de caer en el matadero que, paradójicamente, hubiese sido la liberación del tormento de ansiar el fin. Rescatada por la providencial acción de la persona que no la quería como platillo sofisticado que provee la pluviselva, continuó su estancia terrenal en calidad de mascota y  que, al cabo, por esos ajustes del destino para que ella llegue a ser lo es, fue a dar donde el señor A, quien fue cómplice y encubridor de que además de ser un ente de largo aliento terrenal, sea un ser para la contemplación. Por otro lado, la rata parda, encarna al ser pasajero que huye para delante a base de procrear a lo bestia para la conservación de su especie roedora; sin embargo, ha sido tocada por el portento de la palabra.

Revienta un joven novelista dentro de la corriente autor-editor. Asmodeo en brisa con sus novias FB, es lanzada en distintas ferias internacionales de libros (FIL), que en realidad son ferias nacionales tipo escenarios Disney, aunque de escaso presupuesto y circunscrita a la esmirriada parcela planetaria de lectores que es el Ecuador. El novel escritor cumple el noble cometido de difundir su obra que, por añadidura a su regio contenido, goza de una presentación impecable gracias a la mini-imprenta portátil que poseía cual mina dispensadora de libros, al por menor, de tapa dura y papel reciclado, dando la impresión de haber sido cocidos a mano y haciendo de cada uno de ellos un tomo de colección. Iba viento en popa hasta que huye de aquellas fiestas o reventones para los gestores culturales, que sacan pecho por sus dádivas en pro de la lectura embudo o lectura tirabuzón. No hubo casualidad en su partida, sí previsión porque las FIL fueron infectadas por un extraño mal denominado Síndrome de Animal de Feria, por sus siglas SAF.

Ecos de Berdog, abriga cierto espíritu stevensioniano. Así hablaba Berdog. “Ocupación: existente; recreo: vivir. Habito entre lomas fractales, son los senos de Gea amamantando al montañés en su hogar de madera; el indígena gime de placer hundiéndose en ellas…“.

Adiós CorniSancho, se une ultimadamente a los mundos paralelos de  El sátiro y la princesa y La humana doña Fátima, aumentando un relato a la lucha a muerte que sostienen en dos dimensiones distintas la pareja protagonista. Este nuevo aporte narrativo cierra con un adiós lezamiano a CorniSancho, allá en las regias instalaciones de Paradiso, que viene a ser una dimensión luminosa tan cerca pero aparte de las sombras tenebrosas que se ciernen en la ciudad Medusa Multicolor. Paradiso, pompas del adiós lezamiano; ha sido creado en un lapso de espacio tiempo que destierra a las exequias fúnebres tradicionales. En la despedida de CorniSancho primará la celebración por lo alto, la que en vida él mismo encargó con minuciosidad, apersonándose en el taller de escenarios y cuarto de mando de Franz Kinto, colaborando en los detalles del festejo póstumo, como implementar un sol de los venados y la temperatura abrigada de valle interandino subtropical, a lo largo y ancho del magno evento. Café Vía Tarot, Crónicas de Islas Encantadas y La Noche del Búho Argento, son fragmentos que están estrechamente relacionados entre sí por su forma y fondo.  En el exclusivo Café Vía Tarot —o mejor dicho el establecimiento que admite hasta un puñado de invitados a servirse de sus instalaciones—,  se develan por turno y dando la vuelta a las obras pictóricas que tiene el privilegio de guardar el dueño, y de exhibirlas de vez en cuando para  goce de sus amigos, así son objeto de contemplación cuadros como Aya Uma, La Noche o Magia Ancestral. Entre estas jornadas de asombrosos descubrimientos en Café Vía Tarot, se cuecen futuros acontecimientos del Señor A, en las Islas Encantadas.

[Olegario Castro]