Microlophus albemarlensis

Lagartijas de lava de Isabela. Pintorescos y menudos reptiles terrestres de hábitos diurnos, se los avista sobre la marcha en el humedal, en el bosque seco tropical, en las calas, en las playitas y esteros de orilla rocosa. El hábitat de lagartijas y lagartos viene con paisajes y miradores que evocan la teoría de la evolución darwiniana, en la zona de la reserva biológica de Puerto Villamil.  Microlophus albemarlensis, es la especie endémica de Isabela (4.800 km²), la isla de mayor superficie del Archipiélago de Galápagos, con apenas ochocientos mil años de edad geológica planetaria. Las Islas  Galápagos empezaron a emerger hace aproximadamente cuatro millones de años, a mil kilómetros de distancia del Ecuador continental, fruto de la destrucción creativa provocada por poderosas erupciones de volcanes submarinos.

La comunidad científica afirma que la migración de reptiles denominada Radiación occidental, hizo que las lagartijas de lava de Isabela provengan de sus ancestros de Isla Española, esto enmarcado en el proceso de colonización de la especie que actualmente responde al nombre Microlophus delanonis. La lagartija de lava de Isla Española se expandió a otras islas volcánicas donde, al cabo de milenios de evolución acorde a los distintos hábitats de las tierras colonizadas, con una duración de ciento setenta mil años a tres millones y medio de años, se transformaron en especies endémicas, a saber: Microlophus grayii (Isla Floreana); Microlophus duncanensis (Isla Pinzón); Microlophus jacobi (Isla Santiago); Microlophus indefatigabilis (Isla Santa Cruz); Microlophus barringtonensis (Isla Santa Fe); Microlophus albemarlensis (Isla Isabela). (more…)

Microlophus bivittatus

Estoy caminando en la línea rocosa, fábrica de dioramas remotos de la lagartija de lava de Isla San Cristóbal. Oh, soledades salvajes enriqueciendo el tiempo y espacio liliputiense de Microlophus bivittatus. Me encuentro de sopetón con la especie que anhelo capturar en imágenes perdurables, ora en distintos suelos y posaderos de orilla, ora en los especímenes que ubico a distancia merced a la vista entrenada para detectar reptiles en alerta retrepados en piedras vigías, y aquí es cuando imagino a los lagartos terribles del jurásico tomando baños de sol mientras sufren larga digestión.  (more…)

Guayabillos & Occidente

No tener la certeza del rumbo fijo, no saber a dónde te va a llevar la marcha higiénica del día, es caminar con el ánimo de orientarse en el entorno seminatural o semisalvaje que se atraviesa en la mañana fresca de abril, es vivir el instante en el andar y ver, es una suerte de aventura fructífera para el sujeto de la experiencia. Incorporar a la memoria mágica una travesía impensada, es una realidad tangible en la zona agrícola de Isla Santa Cruz. No es un paseo cualquiera en el medio rural de la isla, se trata también de una inmersión en tierras de amortiguamiento ecológico, esto por estar delimitadas por el Parque Nacional Galápagos (PNG), organismo regional que por ley (jurídica, moral y ética) está llamado a proteger fauna y flora originales de la isla entera. El PNG, en concreto posee y administra más del noventa por ciento del territorio isleño, Santa Cruz es parte del patrimonio biológico y reserva natural terrestre y marítima del Archipiélago de Galápagos.

De hecho –y de repente–, la maravilla paisajística de la ruralidad isleña, consiste en toparse con individuos de las dos especies endémicas de tortugas gigantes que transitan por las vías secundarias públicas y, tras los cercos vegetales y de alambre de puas, igual se avista a los especímenes que se hallan dentro de las fincas agrícolas y de pequeñas propiedades rurales. La fortuna de tener encuentros cercanos con sendos galápagos yendo y viniendo a su aire, es porque ellos instintivamente transitan por los distintos pisos biológicos de sus migraciones ancestrales, dependiendo de las estaciones de apareamiento y anidación suben a tierras altas o bajan al llano. Da gusto ver galápagos dándose banquetes herbívoros gracias a las lluvias de abril.

Si se circula por los caminos secundarios rurales del medio oeste de la isla, hablamos de contemplar a la especie Chelonoidis niger porteri. Una mañana fue para entrar por barrio Guayabillos y salir a la ruta viva por barrio Occidente. La segunda buena mañana vino al revés, ingresé por Occidente y caí en un alegre chaquiñán que acabó desembocando en el parque industrial a tiro de la ciclovía, y la sorpresa fue que salí a medio camino de Bellavista a Puerto Ayora. Sí, lugares comunes –nombres comunes–, pero mezclados con la singularidad de la evolución de las especies galapagueñas. (more…)

Cerro Mesa & Garrapatero

La mañana fresca y sombreada de abril ayudó para hacer una caminata suave ascendiendo desde el barrio El Cascajo, cruzando la zona de fincas agrícolas-ganaderas de El Camote, rumbo a  las tierras de amortiguamiento ecológico de Cerro Mesa que colinda con los prados y bosques de Colina Pikaia. Antes, en 2019 y 2020, subí a esta zona asequible del centro-este de Isla Santa Cruz, con la intención de andar y ver en el hábitat de la especie Chelonoidis niger donfaustoi (la denominación de esta especie hace honor al guardaparque Fausto Llerena). Hasta 2015, los especímenes de la tortuga gigante de El Fatal, eran considerados como una población minoritaria de la especie Chelonoidis niger porteri, Tortuga de El Chato o Tortuga del Oeste de Isla Santa Cruz (aproximadamente 4000 individuos). Recién en 2018 me enteré que las tortugas de El Fatal, correspondían a una especie distinta a la del oeste de la isla y que se habían tomado las precauciones debidas para su protección y regeneración en su nicho ancestral, pues, en paralelo al censo poblacional se les colocó sensores electrónicos para detectar los movimientos de alrededor de 500 especímenes. (more…)

Pista de iguanas terrestres

Avanzo  por la abandonada pista aérea, que asumo fue la pista secundaria de la fenecida base militar estadounidense; mejor aún, voy con los sentidos alerta por lo que hoy día es la pista de las iguanas terrestres. De la visión de lo que no es más un teatro rugiente de operaciones aeronavales pasé a la visión de una especie endémica  recuperada en Isla Baltra; de la vista de vestigios ineludibles por doquier del desmantelamiento de las instalaciones de La Roca (The Rock), pasé a los refugios y madrigueras en que se han convertido los cimientos agrietados de los edificios de la desaparecida base militar. Igual lo nuevo y útil le  sirve a la iguana terrestre para asolearse o refrescarse a la sombra de cuadrados plintos que sostienen simétrico tendido eléctrico de postes de hormigón armado, que proveen de energía eléctrica a las modestas bases militares ecuatorianas y al depósito de combustibles y al muelle de pasajeros de cruceros. 

“Y si detrás del armatoste oxidándose a largo plazo hay lo que busco, una iguana acogiéndose a la mínima sombra que le brinda”, me dije haciendo táctico rodeo a la suerte de calentador de agua que ya tiene décadas de lenta descomposición. Evoqué las probabilidades vida o muerte, 50/50, del Gato de Schrödinger (solo un pestañeo para que el espíritu de Schrödinger, que en Mente y Materia nos legó su aporte filosófico, ni monte en cólera ni me arroje una maldición oceánica). Lo mío venía a ser una divertida apuesta mental en la que  no intervenía la entropía máxima; ¿había o no había una iguana, había o no había una sombra acogiéndola? Lo que sí tenía frente a mí y era acorde con el instante y sus circunstancias a la intemperie en la pista, era el objeto que disparó la intuición. En todo caso, salí ganando la iguana que al cabo sí estaba, y fue el cuadro divino del ejemplar medrando de la sombra que le proporcionaba la escoria sintética, estacionada ahí desde 1946.  Lo cierto es que si perdía la apuesta mental, de no haber existido aquel bello espécimen de por medio, la carcacha no hubiese tenido cabida en mi memoria ni archivo gráfico sino como una partícula más en las montañas colosales de basura y desperdicio inherente a la actividad humana. (more…)

Tortugas Gigantes del Este

 

“Ahí están pastando los caballitos pintones, buena señal, las tortugas Chelonoidis donfaustoi no tardarán en materializarse”, dije para mi capote. En reorganización retrospectiva, me situaba en el escenario de la primera visita que hice a Cerro Mesa —entonces y como ahora y mañana— con la exclusiva fijación de conectar con la especie que, recién en diciembre de 2019, tomé conciencia que podía descubrirla por libre, tal como he venido haciendo con la tortuga Chelonoidis Porteri.  La primera vez que subí caminando desde el caserío El Cascajo, en pos de congelar imágenes de la especie de quelonio recuperada, intuí que tras los caballos paciendo —dentro del perímetro de la hacienda y refugio de vida silvestre Cerro Mesa—, me toparía con la primera tortuga de Don Fausto; así fue y, por añadidura, se hallaba distraída alimentándose de flores violetas emergiendo de jardín paradisíaco.

Fue un hallazgo de anteayer, ayer y lo será mañana y pasado mañana, pues, no le quita encanto al instante con la tortuga Chelonoidis donfaustoi, el hecho de que la tortuga Chelonoidis porteri, esté más a golpe de ojo por ser la que cuenta con la mayor población endémica de la isla en su hábitat del oeste —no es raro observar individuos  jóvenes moviéndose cerca de Puerto Ayora—, y son visibles sobre la marcha entre la reserva de tortugas gigantes El Chato y la zona agrícola de Santa Rosa. Bajando a Laguna Verde o subiendo de regreso a la villa de Santa Rosa, he observado a los Galápagos del Oeste devorando gardenias rojas, yerbas de flores peculiares, pencos, guayabas, y, en temporada de sequía, no hacen ascos al cogollo de guineo y clavan su pico a lo que asome de comer junto a las vacas de corral.  (more…)

La Isla de Gandulfo

Gandulfo, esgrimiendo la posición estratégica de combate diseñada por su especie marina cuatro millones de años ha, luce impotente, temible, sobre todo  a la distancia; dispersa advertencias feroces con rugidos secos inaudibles por el viento y las olas chocando contra la orilla rocosa del territorio que defiende contra enemigos visibles e inmediatos como Fierabrás y Mambrino y, por añadidura, previniéndose de los invisibles dragones que cualquier rato brotan del piélago para orillarse tras haber consumido la dieta de algas submarinas que prosperan en corrientes templadas y escasean cuando la corriente caliente del Niño se prolonga demasiado, provocando hambruna y muerte por inanición en especial entre los individuos alfa que para mantener sus  colores –lunares negros, manchas rojas y tonalidades verdes que resaltan el dorso ahíto de púas blancas y prominentes– azogando intensos y atractivos en temporada de apareamiento, apenas  se alimentan.

Al otro lado del charquito de marea baja, pintando las aguas cristalinas con algas rojas y pardas, dominan en sus respectivos territorios Mambrino y Fierabrás. Mambrino emite compulsivos movimientos de cabeza de dragón iracundo y echa relámpagos por los ojos, mientras Fierabrás mantiene el tipo aristocrático sin descuidar sus fronteras. Los tres jóvenes dragones forman un triangulo de fuego Gandulfo en su isla, separado por la quieta cocha que obsequia acuarelas móviles, por ejemplo, la garcita verdosa pescando. Tanto en la Isla de Gandulfo como en la plataforma y rocas lávicas en las que medran el balsámico Fierabrás y el perseguidor Mambrino, no  faltan admiradoras de sus dispares encantos. A su manera, los tres jóvenes dragones, se exhiben cuán magníficos son  ya estáticos, ya patrullando la zona de seguridad que han creado para sí en el tiempo estoico de deslumbramiento dragonil, descuidando los ritmos propios de comer mar adentro, sacrificándose  en aras de conservar el tipo altivo de machos alfas, pues, es la temporada de tensar los músculos, rugir y poner en fuga a los imberbes transeúntes que osen pisar sus territorios. (more…)