Laguna de Secas

 

 

Arribé al mirador natural de radiante mañana rumbo al mediodía, con moderado viento andino en popa, era tiempo para la calidez sin prisas porque en lontananza no había cabida a la cerrazón gélida de páramo. Cursaba una semana de jovial primavera que de un día para otro podría entregar la posta a encapotado otoño, que es la otra y única alternativa de una climatología carente de rigor invernal, los mansos valles ecuatoriales interandinos desconocen el frío polar nórdico. En todo caso, primavera y otoño se interponen entre sí, no importa si es julio o agosto que en teoría son meses en que deben anidar el sol ecuatorial, los cielos despejados y vientos propicios para las cometas. Una travesía a tientas por el flujo lávico hubiese sido desechada del todo si la meteorología seca y cálida le hubiese cedido el turno a la niebla, a la lluvia y el granizo, pues, no pasaría por la mente del bípedo senderista lidiar con piedras resbaladizas plagadas de hongos microscópicos, musgos y líquenes que revelan su naturaleza saponácea tan pronto se humedecen.

Eso de imaginar lo espantoso que sería moverse en campos rocosos azotados por el viento, el agua y el hielo de un pésimo día a la intemperie volcánica, hacía intenso el aprecio por la compañía de achupallas de raíces excavadoras que, cual anacondas, reptaban por los ínfimos corredores terrosos de las rocas yuxtapuestas al tope de la colina. La planta Puya aequatorialis se asemejaba a un animal de fábula cósmica que emerge de las entrañas planetarias, y junto a otras bromeliáceas se asociaban a espacios provenientes del mundo subterráneo fungi –reino de la red terrenal de los hongos–, eran islas vegetales en la vastedad mineral del flujo lávico. Así surgió el mullido lecho que recibió al espectador de Laguna Secas y sus ninfas espumosas contoneándose en las orillas. Cómo no saludar al Peñón del Isco acogiendo nidos de cóndores camuflados entre plantas epífitas colgando del barranco. Saludé al bosque primario tupido y a los humedales verdes con reses pastando al filo de Laguna Tipopugro, saludé al páramo del Antisanilla y a las lomas presidiendo el altiplano del volcán sumido en sueños magmáticos.

 

Laguna de Secas